lunes, 1 de septiembre de 2008

En “Estar allí” Geertz encara la cuestión de los trabajos etnográficos que los antropólogos/etnógrafos llevan a cabo, recolectando información acerca de los objetos de estudio y publicándola para el ambiente académico-científico y extensivamente para el público interesado en la bibliografía de tal tipo.
Según la concepción dominante, el etnógrafo debería estar vedado de buscarle un sentido literario al texto que elabora, de otro modo mermaría el valor de objetividad, las publicaciones no deberían merecer la crítica literaria (la verdad de los trabajos se apoyaría en abundantes detalles culturales y el secreto del convencimiento, por otra parte, tendría su razón en el hecho de haber estado allí). Se le niega al etnógrafo el derecho a embellecer sus trabajos mediante sus destrezas con la prosa, encasillándolo en un transmisor de datos neutro; pero según Geertz los fundamentos que ubican al etnógrafo como un mero recopilador de notas de campo que tendría que lograr evitar valoraciones, son insuficientes. La contradicción de que textos científicos sean construidos desde experiencias claramente biográficas es uno de sus postulados más fuertes para plantear sus objeciones. Revisa las cuestiones de la firma del etnógrafo y lo que ello implica, por un lado, y por otro lo que un autor autoriza, abordado esto por la diferencia entre autor y escritor: el que representa una teoría o una tradición y el que se limita a producir un texto.
La hipótesis de Geertz es que ya no hay lugar en la disciplina antropológica para la inocencia literaria y ve como una necesidad central desplazar parte de la atención focalizada en el trabajo de campo, a la escritura misma. Continuamente Geertz despotrica con sutileza frente a los parámetros de lo que el ambiente científico establece para calificar a un aceptable trabajo etnográfico y propone su revisión. En parte lo que se espera realmente es que el etnógrafo haga las veces de un periodista y transmita datos en cantidad, con la búsqueda continua de neutralidad que la labor periodística requiere según el paradigma vigente. Pero a diferencia del periodista, el etnógrafo se involucra a tal punto con su/s objetos de estudio, que es imposible que sus concepciones no se vean influenciadas por el hecho de haber convivido con los mismos personajes y las mismas costumbres a las que luego hará referencia.

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