miércoles, 24 de septiembre de 2008


9 de Agosto de 1897

Querido Colega:

He de confesar que escribirle, Auguste, supone una de las pocas interrupciones que me he permitido en el marco de una investigación en cuestiones de química muy avanzadas, y del todo ininteligibles para quién no posee conocimientos avanzados en la materia, a la cual he dedicado entre 16 y 18 horas diarias durante los últimos dos meses, y bien que se enterará del porqué en las líneas que siguen.
¿
C21H23NO5 le dice algo mi perspicaz Dupin? No dudo de sus habilidades para adentrarse en la mente criminal, y aprovecho la ocasión para felicitarlo en relación a los contundentes resultados de su investigación en el asesinato de la Sra. Roget, pero lamento que nunca se haya sentido atraído por el arte de la probeta y el microscopio, un campo apasionante por demás.
Sin más preludios le daré la buena nueva: ¡lo he conseguido! Eso mismo que tanto usted como sus colegas de la Legión D`Honneur tildaron de imposible en nuestro último encuentro del pasado Abril en aquel elegante Café de París-Bercy (párrafo aparte merece el exótico calamar que acertadamente me recomendó usted probar, colmando las expectativas de este mediocre paladar inglés; otro punto en su favor Chevalier). No sólo que era posible… ¡ya es un hecho! Me complace hacerle saber que he logrado aislar la Diacetylmorfina, a partir de la acetilización del Clohidrato de Morfina.
Para que empiece a tomarlo seriamente: Al dejar París me dirigí sin titubear a la Ciudad de Myanmar y seleccioné los mejores ejemplares de la sagrada planta del Oriente, aquella que supo expandirse en la antigüedad desde Tebas y Trani; me refiero a la Papaver Somniferum anual de los terrenos calcáreos, de hojas glabras, todavía usada como remedio popular, la he conducido a una irrefutable evolución en sus efectos. Usted se preguntará: ¿Cómo demonios ha aislado los componentes? Muy bien, la clave fue la semisintetización, y me dispongo a demostrar a la comunidad científica las nuevas posibilidades del singular alcaloide.
Siempre he dicho que toda la vida es una cadena cuya naturaleza conoceremos siempre que nos muestren uno de sus eslabones, y sin duda alguna fue su rechazo a pensar en una superación de la morfina y la codeína, el germen primero para que emprendiera yo la investigación. No presumo al afirmar que he superado al maldito polvo blanco; a la morfina y la codeína en todas sus presentaciones; al maldito cigarro Trichinopoly que el astuto de John Rance fumaba, cuyas cenizas constituyeron su ruina: esta nueva sustancia transita ahora su infancia, pero créame, no hay comparación en cuanto al devastador poder de la recién nacida. Esta depresora del sistema nervioso central, de características antioxidantes, es una poderosa arma de doble filo: puedo dar fe que en el momento menos pensado, la euforia y la calidez dan paso a una visceral necesidad de una nueva dosis, lo cual conduce al consumidor a un estado de miseria física y mental que puede durar días en vigilia; sin mencionar los cuidados imprescindibles para no causarse una parálisis, en el caso de inyectar el líquido en un nervio.
Creo estar en condiciones de recibir el crédito por este logro que usted creía imposible, y por supuesto queda invitado a que incursionemos juntos en la dimensión que esta genial sustancia nos ofrece, en su próxima visita por Baker Street.
Me he extendido demasiado querido amigo. Espero con ansias su opinión sobre el caso, y como siempre digo, hágame saber si existe alguna minucia inconsecuente de la que no me haya percatado.

PD: Me ha llegado el comentario de que los franceses y las agujas nunca se han llevado bien, por lo que se me ocurre la posibilidad de dejar de lado las inyecciones y utilizar la Meerschaum, mi favorita entre las pipas inglesas.

Afectuosamente,
Sherlock Holmes





1 comentario:

Gabriel Medina dijo...

Francamente brillante compañero. Estare por aqui mas seguido.